sábado, 29 de marzo de 2008

Conferencias sobre actualidad latinoamericana


Las siguientes intervenciones fueron presentadas por Jimena Mendoza en las conferencias sobre actualidad latinoamericana organizadas por la Cátedra Libre Karl Marx y la agrupación universitaria En Clave Revolucionaria durante el mes de febrero del 2008 en el auditorio Ho Chi Minh de la Universidad Nacional Autónoma de México.


"La defensa de PEMEX y la lucha antimperialista"

Agradecemos para la elaboración de la presente intervención el artículo de Sandra Romero sobre la defensa de pemex publicado en Estrategia Obrera No. 64, marzo 2008.


La lucha contra el imperialismo en México pasa hoy concretamente, por la defensa irrestricta de PEMEX contra los planes de privatización. En términos generales, la opresión imperialista persiste en México y toda América Latina como en la primera mitad del siglo XX. Como planteaba León Trotsky:

“Una pequeña camarilla de magnates extranjeros succiona, en todo el sentido de la palabra, la savia vital tanto de México como de otra serie de países atrasados o débiles. Los discursos solemnes acerca de la contribución del capital extranjero a la “civilización”, su ayuda al desarrollo de la economía nacional, y demás, representan el más claro fariseísmo. La cuestión, en realidad, concierne al saqueo de la riqueza natural del país. La naturaleza requirió muchos millones de años para depositar en el subsuelo mexicano oro, plata y petróleo. Los imperialistas extranjeros desean saquear estas riquezas en el menor tiempo posible, haciendo uso de mano de obra barata y de la protección de su diplomacia y su flota.”

El proyecto económico de la burguesía nacional que profundizó en las últimas décadas la subordinación de la economía nacional al imperialismo norteamericano, tiene entre sus principales tareas estratégicas la “reforma energética”. La “crisis” de PEMEX tan proferida por los partidos patronales en los últimos años intenta ser la cobertura de la privatización que de forma velada viene implementándose y que ahora se pretende profundizar a través del pacto entre el PRI y el PAN en el congreso. Los principales analistas apologéticos de las reformas neoliberales han lanzado una campaña mediática para convencernos de que el de PEMEX es un tema complejo y que son los “especialistas” los que acreditan que la industria nacional petrolera esta en crisis y que la única vía de revitalizarla es echar abajo los candados constitucionales que aún impiden la inversión del capital privado y trasnacional en la explotación y comercialización de los recursos energéticos. Estos mismos especialistas, son los que han apoyado, fortalecido e ideado el aniquilamiento de los reglamentos de pensión y jubilación para los trabajadores, la privatización de teléfonos de México, los planes de elitización en la educación y todas aquellas medidas recomendadas por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. El de la industria energética es un tema estratégico para las clases fundamentales de nuestra sociedad, frente al proyecto burgués encabezado por el PRI y el PAN, los trabajadores debemos oponer un proyecto alternativo, “nuestro proyecto”, fortalecido por la experiencia histórica de los trabajadores mexicanos, que ya en el pasado, apelaron a sus métodos de lucha y organización para defender los recursos que los capitalistas extranjeros le extraen a nuestro país desangrándolo, parasitando a la nación y dejando caer sobre la espalda de nuestros trabajadores el abultamiento de sus ganancias.

La clase obrera, la nacionalización petrolera y el surgimiento de PEMEX

La revolución mexicana fue una de las grandes gestas del campesinado pobre contra la rapiña capitalista. Sin embargo, el ascenso revolucionario de 1910 tuvo la debilidad de no contar con la participación resuelta, independiente y hegemónica del movimiento obrero y fue copado por las direcciones burguesas y pequeñoburguesas que sobre la base de la derrota de las masas insurrectas del campo impusieron su propio proyecto nacional. Sería hasta la década del 30 que el movimiento obrero aparecería como sujeto político en la arena nacional y comenzaría a poner en juego sus propios métodos, sus organizaciones y su impronta en la vida nacional. El crecimiento de la industria trajo de la mano el fortalecimiento, masificación y concentración de los trabajadores. En la primera mitad de los 30, el capital invertido en la industria aumentó un 91 % con respecto a la década previa, al igual que el valor de la producción. Las exportaciones registraron un aumento de 156 por ciento. La economía mexicana registró este ascenso vinculado a la cada vez mayor penetración del capital norteamericano que junto con el inglés, se concentraba en las minas, transportes, industrias de montaje, textiles y radio eléctricas y sobre todo en las industrias extractivas y productoras de materias primas. Este proceso de industrialización semicolonial incrementó la fuerza del proletariado, las masas campesinas desposeídas migraron a los centros urbanos y constituyeron un ejército de asalariados que para principios de esta década aglutinaba alrededor de 850, 000 en el Distrito Federal, concentrado en los centros vitales de la economía. Este fortalecimiento estructural significó también su fortalecimiento político y devino en importantes procesos de organización sindical, con el surgimiento de la CTM, rompimiento con las burocracias que habían sido agentes de la política carrancista en los años previos y luchas reivindicativas de carácter económico que demostraban la potencialidad y fuerza del joven pero poderoso proletariado mexicano.
Para 1938 los trabajadores petroleros estallan la huelga contra el capitalismo inglés que se prolonga durante varios meses frente a la negativa imperialista de satisfacer sus demandas, el auge del movimiento le impone a la Suprema Corte que falle a favor de la huelga y los ingleses se niegan a acatar el fallo. El gobierno de Lázaro Cárdenas, sometido a la presión por izquierda de los trabajadores y la presión imperialista realiza la nacionalización de la industria petrolera. La reacción imperialista será respondida por la clase obrera mediante sus métodos: la movilización callejera a favor de la nacionalización y el control obrero para enfrentar el boicot capitalista. Los “imperialismos democráticos” no tardan en lanzar una campaña mediática de grandes proporciones: según la propaganda capitalista, la nacionalización atenta contra el bando beligerante que enfrentará al nazismo en la guerra que se avecina, pero justamente la situación prebélica de las grandes potencias imperialistas bloquea la posibilidad de que el imperialismo se lancé en una cruzada contra México, la potencia demostrada por los trabajadores en la defensa de la nacionalización abre el camino para pensar en la dinámica que podría adquirir una segunda revolución en el país, surge Petróleos Mexicanos.

El Cardenismo y el movimiento obrero

¿Porqué un gobierno nacionalista burgués tomaría en sus manos una medida como la de la nacionalización? Efectivamente, uno de los problemas fundamentales del ascenso obrero de los treinta y la nacionalización es comprender que tipo de gobierno representaba el Cardenismo. Fue Trotsky quien, durante sus estancia en México, intentó profundizar en esta relación de tipo especial que establecieron algunos de los gobiernos porsrevolucionarios y particularmente el de Cárdenas. Para Trotsky, las semicolonias están cruzadas por una contradicción esencial. El capital imperialista juega un papel decisivo en la economía frente a una burguesía nacional relativamente débil porque se ubica como “socio menor” del capital extranjero, frente a un proletariado joven, robustecido y concentrado. El gobierno entonces oscila permanentemente entre el imperialismo y el proletariado, a veces fungiendo como correa de transmisión directa de la política imperialista, reprimiendo al proletariado en forma policial como lo hizo Carranza y otras, apoyándose con maniobras en el propio proletariado, otorgando concesiones y apoyándose en él para obtener cierto margen de maniobra frente al imperialismo.
En el caso concreto del proceso de nacionalización, Trotsky planteaba:

“Estas medidas se encuadran enteramente en los marcos del capitalismo de estado. Sin embargo, en un país semicolonial, el capitalismo de estado se halla bajo la gran presión del capital privado extranjero y de sus gobiernos, y no puede mantenerse sin el apoyo activo de los trabajadores. Eso es lo que explica por qué, sin dejar que el poder real escape de sus manos, (el gobierno mexicano) trata de darles a las organizaciones obreras una considerable parte de responsabilidad en la marcha de la producción de las ramas nacionalizadas de la industria”

Las nacionalizaciones de petróleos y ferrocarriles entonces, eran progresivas en tanto colocaban en una relación de fuerzas favorable al proletariado, en tanto motores de la revolución en países expoliados como México y en tanto tareas fundamentales de la lucha revolucionaria en los países atrasados junto con el reparto agrario. En un sentido, la movilización obrera en defensa del petróleo demostró a la nación entera, que solo los trabajadores podían garantizar la nacionalización y la soberanía frente a la rapiña imperialista.
El carácter progresivo de dichas medidas y la particularidad del Cardenismo, no significaron en ningún momento para Trotsky, ni para la oposición de izquierda en México, el apoyo político al gobierno del general Cárdenas. El programa cardenista no era el programa de los socialistas ni de los trabajadores y eso quedaría demostrado en la dinámica de los acontecimientos, pero el movimiento obrero ponía su impronta en la arena nacional al estar en la primera línea de la defensa de la nacionalización, demostrando que el control obrero era la mejor forma de realizar esta medida efectivamente y enfrentar las maniobras imperialistas. Pero los trabajadores debían mantener su independencia política del gobierno y sobre todo aprovechar las ventajas de la administración obrera para una política revolucionaria. Las alternativas históricas podían llevar al movimiento hacia la radicalización, la ruptura con la burguesía y a mayores enfrentamientos con el capital o a convertirse en la vía de cooptación de amplias franjas de los trabajadores a la política del Estado. La ausencia de una organización que planteara la independencia de clase y apostara por la primera perspectiva permitió que las organizaciones de izquierda como el PCM le apostaran por la segunda variante. Trotsky alertaba sobre este peligro a la izquierda socialista:

“Para resumir, puede afirmarse que este nuevo campo de trabajo implica las más grandes oportunidades y los mayores peligros. Estos consisten en que el capitalismo de estado, por medio de sindicatos controlados, puede contener a los obreros, explotarlos cruelmente y paralizar su resistencia. Las posibilidades revolucionarias consisten en que, basándose en sus posiciones en ramas industriales de excepcional importancia, los obreros lleven el ataque contra todas las fuerzas del capital y del estado burgués. ¿Cuál de estas posibilidades triunfará? ¿Y en cuanto tiempo? Naturalmente, es imposible predecirlo. Depende totalmente de la lucha de las diferentes tendencias en la clase obrera, de la experiencia de los propios trabajadores, de la situación mundial. De todos modos, para utilizar esta nueva forma de actividad en interés de los trabajadores y no de la burocracia y aristocracia obreras, sólo se necesita una condición: la existencia de un partido marxista revolucionario que estudie cuidadosamente todas las formas de actividad de la clase obrera, critique cada desviación, eduque y organice a los trabajadores, gane influencia en los sindicatos y asegure una representación obrera revolucionaria en la industria nacionalizada.”

El proyecto privatizador

PEMEX es actualmente una de las empresas estratégicas de la economía mexicana, que nutre, junto con las remesas que ingresan al país producto del trabajo de millones de mexicanos en EUA, el 40 por ciento de los recursos fiscales e ingresos registrado en mas de cien mil millones de dólares al año.
El discurso oficial se ha centrado en negar las intenciones de privatizar, al mismo tiempo que muestra a PEMEX como una empresa económicamente inviable o al borde de la quiebra. Se dice que se agotan los yacimientos de crudo y sólo cuantiosas inversiones podrían «rescatarla», discurso donde parece que la inversión privada es lo único que evitaría la quiebra.
Aunque formalmente no hay una propuesta directa de modificar el Art. 27 constitucional, que define la soberanía del estado sobre los hidrocarburos, en los hechos, las medidas avanzan a la privatización. Los cambios serán sobre la legislación complementaria, es decir la que reglamenta sobre el Art. 27, sobre petróleo, obra pública, la ley orgánica de Pemex, ley de adquisiciones. La reforma contempla poner parte del «capital social» de Pemex en la bolsa, lo cuál tras eliminar el control del estado, deja a merced de accionistas particulares una multimillonaria parte de las ganancias generadas, que aún siendo del 49%, les daría un peso casi decisivo sobre el organismo, no sólo en la administración, operación y organización, sino en las cuestiones laborales. Además se busca la «autonomía presupuestal» y de gestión de Pemex, donde un consejo de administración –bajo dominio privado– definiría su rumbo y destino. Además, senadores priístas y panistas, bajo un discurso de mantener la gestión del estado sobre Pemex, al mismo tiempo que es «rescatado de su crisis», argumentarán la necesidad de abrir a la inversión privada la infraestructura tecnológica de extracción en aguas profundas, en determinados yacimientos y dejar en manos privadas, la explotación de pozos abandonados, por falta de inversión o tecnología. Considerando que el país cuenta con un gran potencial de reservas de gas en cuencas geológicas sin explorar ni explotar, pues se ha explorado sólo el 17% de áreas potenciales en tierra y el 4% en el Golfo, prácticamente el 80% en tierra y el 95% de reserva en el Golfo buscan vender a los privados, en contratos por 30 años de extracción que después será vendida a México. Descubrir un yacimiento y ponerlo a producir, requiere alrededor de 6,000 mdd, ésto es la 5ª parte del presupuesto actual destinado a la exploración. Una inversión que vale la pena para empresarios petroleros, pues esta cantidad se invierte en un largo plazo y las ganancias son inmediatas. Por eso es tan jugoso poner parte del capital en manos de accionistas privados. Así se hizo con Petrobras en Brasil a fines de los 80s, donde hoy el crecimiento de la producción petrolera privada es de 25% y el crudo como compañía se financia en el mercado de capitales interno, con ventas y ganancias multimillonarias en el mercado petrolero internacional, y el estado va adquiriendo intereses y deuda por compra de crudo.
La inversión privada «indirecta» en los recursos mexicanos, es el mismo esquema usado en la electricidad, desde Salinas y desde el gobierno de Fox y lo que va del de Calderón casi el 40% de la energía eléctrica se compró indirectamente por el gobierno. También bajo la figura de «consejeros independientes» en el consejo de administración, se implementarán una nueva y estratégica administración que sostenga este proyecto privatizador sobre el petróleo, hidrocarburos y gas natural.

La defensa de PEMEX y la lucha contra el imperialismo es tarea de los trabajadores

La lucha contra la privatización de PEMEX esta viva en la conciencia de las masas mexicanas. Las importantes manifestaciones contra la privatización que se han registrado desde el 2003 son contundente demostración de ello. En lo inmediato es fundamental profundizar el camino de la movilización y evitar la entrega disfrazada de los recursos, fortaleciendo las tendencias a la unidad expresadas en las demandas mas sentidas del campo y la ciudad: contra el TLC y contra la privatización de la industria energética del país. Pero esta tarea, junto a la necesidad de luchar por la independencia nacional solo puede llegar a buen término en una perspectiva superior. A la cabeza de la lucha contra la privatización se encuentra AMLO y el PRD. López Obrador y sectores del PRD han planteado su rechazo y fundamentado propuestas alternas de extracción del crudo que mantengan a Pemex en manos del estado y han criticado la retención de recursos de Pemex por parte de Hacienda, sin embargo, orientan su política hacia la presión a las instituciones. Si se adopta esta perspectiva, las movilizaciones y protestas terminarán en un callejón sin salida, porque son estas instituciones (de las cuales ha participado y avalado el PRD) y es éste régimen el responsable de la entrega y la expoliación imperialista; hay que enfrentarlo sin ninguna confianza en su «democratización». Por su parte, sectores del PRD llevan años haciéndose parte de la aprobación de leyes que atentan contra los explotados y oprimidos: la reforma indígena, la reforma judicial, las reformas a la seguridad social, etc. Aún el programa de las alas izquierdas del PRD encabezadas por AMLO se limita al respeto de la constitución, obviando el hecho de que la expoliación imperialista ha sido garantizada durante décadas aún bajo el manto “constitucional” y ni la renegociación del TLC ni el respeto formal constitucional pueden impedirlo.


Para solucionar la crisis de Pemex y que los recursos energéticos estén al servicio de los trabajadores, es necesario impulsar una lucha que solo confíe en la fuerza de la movilización, independiente del congreso y sus partidos, y que busque imponer, con la acción en las calles, y con el paro nacional de todo el movimiento obrero, la ruptura con el imperialismo. Es necesario que trabajadores y campesinos reabramos la discusión sobre la suerte de los recursos energéticos, sin ninguna confianza en una salida en el congreso, los partidos patronales y los analistas empresariales.
Un plan de recuperación de Pemex; extracción de crudo y exploración contra la actual administración entreguista, debe resolverse bajo la salida de la reestatización de todas las áreas concesionadas al capital privado y poner el conjunto de la empresa bajo control de los trabajadores, donde integren su consejo directivo y que elaboren un plan en común con las organizaciones de trabajadores y campesinos que luchan contra la privatización. Una perspectiva similar es la que debemos impulsar en el caso del resto de la industria energética, como la electricidad. Esto permitiría implementar planes al mediano y largo plazo acorde a las necesidades del pueblo pobre, revirtiendo los avances en la privatización, y tomando medidas emergentes como la eliminación del IVA a la gasolina. Romper la dependencia del imperialismo, desconocer el pago de la deuda y de la paraestatal, imponiendo grandes impuestos a las grandes fortunas, que los recursos se usen en obra pública y necesidades del pueblo.
Ya en la primera mitad de este siglo, como planteamos antes, fue la administración obrera y la movilización en las calles lo que logró bloquear una salida reaccionaria por parte del imperialismo inglés. Esta es la experiencia histórica a la que debemos apelar. Si bien es fundamental hacerse parte de todas las movilizaciones contra la privatización, es importante que tanto la izquierda socialista como las organizaciones de trabajadores, planteen que nuestro programa no es el del PRD y que es necesario avanzar de forma independiente en esta lucha. En la pelea por la independencia política de los trabajadores yace la posibilidad larvada de la perspectiva socialista. Un programa y un conjunto de acciones como el propuesto, solo puede ser llevado adelante por otro tipo de gobierno, con otro carácter y otros intereses. Un gobierno de los trabajadores, los campesinos y el pueblo pobre que, en la lucha contra la expoliación imperialista avance a poner en pie sus propias medidas, sus propias soluciones, su propia perspectiva frente a la crisis. Cómo planteaba el propio Trotsky:
“El proletariado internacional no tiene ninguna razón para identificar su programa con el programa del gobierno mexicano. Los revolucionarios no tienen ninguna necesidad de cambiar de color y de rendir pleitesía a la manera de la escuela de cortesanos de la GPU, quienes, en un momento de peligro, venden y traicionan al más débil. Sin renunciar a su propia identidad, todas las organizaciones honestas de la clase obrera en el mundo entero, y principalmente en Gran Bretaña, tienen el deber de asumir una posición irreconciliable contra los ladrones imperialistas, su diplomacia, su prensa y sus áulicos fascistas. La causa de México, como la causa de España, como la causa de China, es la causa de la clase obrera internacional. La lucha por el petróleo mexicano es sólo una de las escaramuzas de vanguardia de las futuras batallas entre los opresores y los oprimidos.”



"Después de Fidel... situación y perspectivas de la Cuba actual"


Agradecemos para la elaboración de la presente intervención los trabajos de Facundo Aguirre, Gustavo Dunga y Eduardo Molina sobre la revolución cubana publicados en Estrategia Internacional No 20.
Hablar de Cuba hoy y analizar profundamente los derroteros de su política interna en el contexto latinoamericano e internacional es de vital importancia por que sigue siendo el único pueblo que esta defendiendo su revolución a contra corriente de la política imperialista que por años ha intentado socavarla y restaurar el capitalismo. La revolución cubana es además, un referente para millones de trabajadores, campesinos y estudiantes que aún siguen viendo en la Isla la posibilidad de enfrentar al imperialismo y de realizar medidas de carácter socialista en países que, como los latinoamericanos, padecen el yugo imperialista y la explotación y opresión de las burguesías nacionales. La defensa de Cuba frente al bloqueo y la presión imperialista es una tarea de primer orden para las organizaciones de izquierda, los trabajadores, campesinos y las masas latinoamericanas. Junto a esta defensa incondicional, subyace un debate que en general es abordado de manera equívoca por amplios sectores de la izquierda, y es que defender a Cuba y su revolución, va de la mano de una discusión pormenorizada del régimen cubano y de la situación de las masas y no significa la alineación política al Partido Comunista Cubano y sus principales dirigentes. Una evaluación crítica y revolucionaria de la dirección del Estado Obrero cubano, es imprescindible para discutir las distintas alternativas que tiene hoy la Isla en la defensa de su revolución.

Breve recuento sobre la revolución cubana y el surgimiento del Estado Obrero

La revolución cubana significó una gran conquista para los oprimidos. Acabó con el latifundio y le dio la tierra a los campesinos, independizó al país del imperialismo nacionalizando sus propiedades en la isla. Liquidó a la burguesía local y puso en manos del estado los principales medios de producción, las grandes empresas de servicios y de la producción de azúcar (base de la economía en aquella época). A pesar de ser un pequeño país atrasado, logró terminar con el hambre, la desocupación y el analfabetismo. La salud se convirtió en un derecho real y accesible para el pueblo. Por ello la gran mayoría de las masas populares cubanas continúan defendiendo las conquistas que aún se conservan. Junto a estas enormes conquistas, la revolución cubana tuvo una dinámica muy particular. El movimiento 26 de julio fue llevado al poder por la marea revolucionaria, aún con un programa democrático burgués, pero una vez destruida la dictadura y generada una enorme confianza revolucionaria en las masas, estas comenzaron a tomar en sus manos la resolución efectiva de sus reivindicaciones. Frente a cada golpe del imperialismo, los trabajadores y campesinos opusieron en la acción su propio programa: tomaron la tierra, los ingenios, los medios de producción. El M26, frente a la presión imperialista y el empuje de las masas, fue girando hacia posiciones de carácter mas socializante hasta que en el 61, declaró el carácter socialista de la revolución, vinculado al apoyo de la Unión Soviética que se hacía imperioso frente al aislamiento, pero que tuvo su correlato en una alineación política a la ya stalinizada república de los soviets (cuestión que el propio Che Guevara criticó acremente). El resultado de esta dinámica fue muy particular. Por un lado, los trabajadores avanzaron en imponer un programa de carácter socialista pero al frente del Estado, no quedaron sus instituciones de democracia directa, ni sus partidos, si no una organización de tipo guerrillero, un partido-ejército conformado en su mayoría por estudiantes radicalizados con el apoyo de los campesinos. Surge entonces en la isla, un Estado Obrero por su carácter (definido por el control de los medios de producción), pero sin el concurso democrático de los trabajadores. La dirección del M26 de julio, una vez transmutada en Partido Comunista de Cuba, adoptó de forma implícita la reaccionaria política imperante en Moscú a la salida de la segunda guerra mundial: el socialismo en un solo país. La revolución solo podría se profundizada y defendida efectivamente si el poder lo ejercía la democracia obrera y si la isla se ponía a la vanguardia de la revolución latinoamericana para quebrar el aislamiento y recibir el apoyo solidario de los trabajadores y campesinos de todo el continente. Este es el espíritu que llevó al Che, bajo una estrategia incorrecta de guerra de guerrillas, a dejar Cuba y promover la revolución a nivel continental y a nivel internacional. Sin embargo, la política de la dirección de la Isla quedó plasmada en el discurso de Managua de Fidel Castro donde lanzó su recomendación a la revolución liderada por el sandinismo: ni una Cuba mas en América Latina. La revolución Centroamericana que planteaba la posibilidad de extender la revolución a nivel continental y oxigenar a la propia Cuba frente al cruento bloqueo imperialista y el aislamiento, fue abortada por la política de conciliación de clases de su dirección, lejos de ser consecuente con la máxima del propio Che como lectura de la revolución latinoamericana: revolución socialista o caricatura de revolución. Cuba quedaba otra vez aislada en el tablero internacional.


La “apertura” económica de los noventas

A comienzos de la década de 1990, tras la desaparición de la Unión Soviética y con ella, de la ayuda económica de la que dependía esencialmente el estado cubano, la dirección del PCC puso en marcha una serie de medidas, conocidas como “período especial” que facilitaron las inversiones de capital extranjero a través de empresas mixtas -principalmente españolas y canadienses- centradas sobre todo en la explotación del turismo, que sigue siendo uno de los principales pilares de la economía. La mayoría del pueblo cubano soportó duras condiciones, que se expresaron en la restricción al consumo popular y al acceso de bienes básicos.
La gran parte de la población que quedó sin acceso al dólar vió caer drásticamente sus condiciones de vida y su acceso a los productos y servicios básicos (alimentos, transporte, electricidad). Asimismo se avanzó en la descentralización y “autofinanciamiento” de gran parte de las empresas del estado que constituían el núcleo del aparato productivo. De esta forma se vio seriamente afectada la planificación económica y muchos lugares de trabajo fueron cerrados, como por ejemplo decenas de ingenios azucareros, constituyendo otro golpe adicional a las masas y las bases del estado obrero. El llamado “periodo especial” consistió esquemáticamente en “lograr la reinserción internacional de la economía cubana y evitar el colapso externo del sistema productivo local” y se expresó en un amplio conjunto de leyes y medidas que afectan casi todos los aspectos de la vida económica del país, caracterizándose tanto por la asociación en múltiples planos con el capital extranjero y la cesión de espacios cada vez más amplios a los “mecanismos de mercado” y la actividad privada. Esta nueva política económica implicó en algunos rubros:
1) Un nuevo rol del capital extranjero: promoviendo las inversiones directas de capital extranjero a través de los joint-ventures y otras formas de asociación entre las empresas estatales y el capital extranjero para proyectos en la producción, el turismo, en el comercio exterior, etc. El caso del turismo es el más conocido y más dinámico hasta fines de los ’90, ya que el capital extranjero en dichas empresas superaba para fines de los noventa los 1000 millones de dólares. Esto se extendió de forma paulatina a la minería, el cemento, los servicios, etc, canalizándose capitales de trasnacionales españolas, canadienses y algunos capitalistas latinoamericanos de México y Brasil.
2) Debilitamiento de la economía nacionalizada: Surgió un importante sector privado junto a –y a expensas de– la propiedad estatal, aunque ésta es todavía claramente predominante, promoviéndose el desarrollo de las relaciones de mercado entre las empresas socialistas, la disminución de la carga regulativa para un grupo importante de ellas, el desarrollo de la propiedad cooperativa y de la pequeña y mediana empresa privada.
3) Se debilitó al monopolio del Estado del comercio exterior: mediante la autorización al sector capitalista de importar y exportar y de manejar y repatriar incluso sus ganancias y por la liberalización sobre los controles de las empresas y entes estatales, que operan prácticamente bajo su propia responsabilidad en las importaciones y exportaciones. En un proceso íntimamente ligado a la liberalización del cambio en divisas, el comercio exterior se descentralizó entre cientos de instituciones y empresas, permitiéndose un amplio campo de operaciones para el capital privado o mixto.

Hacia el año 2003 estas medidas se detuvieron parcialmente, sobre todo con la reintroducción de ciertas restricciones a la circulación del dólar. La economía cubana comenzó a crecer a altas tasas (acumuló un crecimiento del 42% del Pib en el período 2004-2007), producto del alza del precio de las materias primas y de la alianza del régimen con países productores de petróleo como Venezuela. Sin embargo, las consecuencias del “período especial” no se han revertido: se ha profundizando la desigualdad social, los trabajadores y los campesinos tienen sus ingresos en pesos devaluados, pero los precios de los productos están cada vez más expresados en CUC, la moneda convertible que tiene un valor 25 veces mayor que el peso. Estas medidas todavía no desmantelan el Estado Obrero ni dan al traste con las conquistas de la revolución. Pero el imperialismo no cejará en su intentó restauracionista y las presiones contra cuba, sean abiertamente beligerantes o se disfracen de “democráticas” son un peligro para la preservación de la revolución.

La política imperialista

La administración Bush con el apoyo de la burguesía de Miami continúa sosteniendo una política dura hacia Cuba: en los últimos años recrudeció el bloqueo económico contra la isla y extendió aún más las restricciones de intercambio comercial, el envío de dinero y la posibilidad de que ciudadanos norteamericanos viajen a Cuba. Por su parte, Barak Obama como Hillary Clinton, los dos precandidatos demócratas a la presidencia, parecen estar inclinándose por una política más “abierta” o “negociadora”, aunque ambos son partidarios de mantener el bloqueo como un chantaje. Por ejemplo, Obama declaró que “si la dirigencia cubana comienza a abrir a Cuba hacia significativos cambios democráticos, EE.UU. debe preparase para comenzar a dar pasos en normalizar las relaciones y flexibilizar el embargo de las últimas cinco décadas”.
Esta política pareciera estar más a tono con las potencias de la Unión Europea y varios gobiernos latinoamericanos, que “saludaron” la salida de Fidel de la escena política, como “una oportunidad para una transición democrática y pacífica”, es decir, para una restauración ordenada del capitalismo.
Pero tanto la política dura de Bush como la “negociadora” de la UE están en función de conseguir plena libertad para que sus monopolios puedan explotar sin restricciones a los trabajadores y al pueblo cubano, hacer grandes negocios y expoliar los recursos naturales del país, volviendo a Cuba a su estatus semicolonial.

Perspectivas de la Cuba actual

La renuncia de Fidel Castro a la Asamblea Nacional, reactivó el debate sobre las posibles perspectivas de la situación en Cuba, muchos analistas leyeron el acontecimiento de distintas formas, si se trataba del principio de una política de mayores aperturas “democráticas” o la posibilidad de un cambio en la relación con EUA. Pero los cambios democráticos bajo la política imperial, implican en realidad la posibilidad de abrir el camino a la concreción de la restauración capitalista, que encuentra su principal base de apoyo en la poderosa burguesía cubana de Miami.
Como en muchos momentos de su historia, Cuba está en una encrucijada. La continuidad de la política del “periodo especial” adoptada por la dirección del PC fortalece las tendencias procapitalistas y debilitan las reservas de la economía nacionalizada y la energía y la disposición de las masas para resistir el asedio imperialista. La política de “democratización” impulsada por el imperialismo, chantajeando con la mano derecha con el persistente bloqueo económico es una trampa para la defensa de la revolución, la salida del partido demócrata es presionar con esta carta para que las medidas precapitalistas sean profundizadas con la cara de “reformas democráticas”.
Pero la recolonización de Cuba esta lejos de ser irreversible porque la revolución sigue viva en las masas cubanas. Los trabajadores y el pueblo cubano han demostrado a lo largo de cuatro décadas su heroísmo y extraordinaria capacidad de resistencia. Indudablemente, no hay en Cuba una “vía pacífica al capitalismo”. En este sentido, la estrategia imperialista chocará con enormes obstáculos para imponerse definitivamente. El proletariado cubano, la fuerza social decisiva de la isla, el verdadero “hijo de la revolución”, necesita prepararse para irrumpir revolucionariamente y tomar en sus propias manos los destinos de Cuba. Por ello, la discusión no debe ser entendida por las masas cubanas, por si este u otro jefe del PC preside la Asamblea Nacional, aún que en el gobierno haya alas mas restauracionistas y otras mas resistentes, ya que es fundamental para la defensa de la revolución, y este es el sentido del programa de revolución política planteado por León Ttotsky, expropiar el poder político del Estado para los trabajadores. Poner en pie órganos de autoorganización donde los trabajadores y campesinos, de forma democrática, discutan todas y cada una de las medidas a seguir contra el bloqueo, la presión de la burguesía gusana, la planificación económica. Es fundamental dar pleno derecho de reunión y organización sindical a los obreros y campasinos y legalidad a los partidos que defiendan las conquistas de la revolución. Un estado basado en consejos de obreros, campesinos y soldados que sean la base de un nuevo régimen de democracia obrera revolucionaria estará en mejores condiciones de impedir la restauración, pero sobre todo de transformar a Cuba en un motor de la revolución socialista en América Latina, que es un imperativo de la preservación de la propia Cuba y del horizonte estratégico de nuestro continente, expoliado por el imperialismo y explotado y oprimido por las burguesías nacionales.



No hay comentarios: